Las Celdas de Excel

Hace unos meses tuve la oportunidad de asistir un evento familiar en el que coincidí con un familiar que hace unos años tuvo un puesto de responsabilidad en un gran Banco Español y asiento en su consejo de administración.

Estuvimos hablando, como no, de la crisis y de los problemas financieros de nuestro país. Él me sorprendió pues, palabras textuales, se avergonzaba de antiguos compañeros suyos y socios del banco y de su falta de ética. Para ser fiel al tema, me remito a sus palabras que decían así:

“¿cómo puede ser que antiguos compañeros míos estén cobrando bonos de 6 y 8 millones de euros, algunos incluso el doble, cuando se están cerrando oficinas y echando familias a la calle, y hay más de un 10% de la plantilla que no cobra más de 800€?”

No dejó de sorprenderme estas afirmaciones particularmente viniendo de un banquero de casta, y cuando se demoniza a la banca sobre muchas de las causas de la actual crisis… y no sin razón. No obstante seguimos hablando y en un momento comentamos el tema de los balances de las empresas y él me dijo: “mira, hay un dicho dentro de nuestra empresa que es algo como –eres más falso que un balance-“. Esto le hice una pregunta más bien retórica “¿entonces el balance que función tiene?”, la respuesta no lo fue tanto:


“el balance es aquello que nos coloca entre nosotros y nuestra empresa… incluido el capital humano”


Esto me hizo pensar en si el número es el refugio detrás del que nos ocultamos para no hacer frente a ciertas decisiones morales, es decir, las celdas del Excel nos separan de la realidad que (en muchos casos) es difícil de afrontar y su trama crea un paisaje que evita que la veamos. ¿Existe una esclavitud del número? ¿Acaso el término “celdas de Excel” debemos entenderlo en toda su extensión?

El número es indudablemente esencial, sin embargo puede constituir precisamente un elemento que, utilizado convenientemente, se convierte en un arma o una barrera. Mi muy citado Bernard Madoff fue un maestro con el número y la tabla de Excel, convirtiendo sus casillas en una red en la que quedaron enganchados muchos, algunos ilustres y otros menos, e incluyendo a algunos considerados gurús de las finanzas que sucumbieron al argumento del número.

No es la cita más afortunada pero creo que puede ser muy ilustrativa. Durante el juicio e interrogatorio a uno de los arquitectos del Holocausto (Adolf Eichmann), a preguntas del fiscal, este explico que era fácil desvincularse emocionalmente de lo que estaba ocurriendo por que en algún lugar de la maquinaria, los nombres de las personas eran convertidos en números. Esto hacía que no pudiéramos poner ni cara ni personalizar a cada uno de aquellos desgraciados que subían a los trenes camino del exterminio. Otros dos autores, Primo Levy en su trilogía de Auschwitz así como el genial Viktor Klemperer en sus dos obras “La Lengua del tercer Reich” y en sus diarios, hablan del esfuerzo constante del sistema nazi por desvincular al hombre de su humanidad mediante la adjudicación de un número y su introducción en un sistema burocrático y cuasi críptico que lo haga desaparecer. Primo Levy es todavía más gráfico y en concreto menciona los números burdamente tatuados en sus brazos.

Todas estas cosas, estos números, constituyen el modo de no tener que bajar al suelo, de no tener que acercarse al hombre, observar las caras y ver a las personas. Es mejor “dar de baja a dos operadores de línea que a Juan Martínez y Pedro Martín”.

No trivialicemos ni nos quedemos en la anecdota y en el shock que estas citas pueden producir. Tampoco el sistema es una máquina de exterminio. Pero lo cierto es que existe una deshumanización en la cadena y el número es el instrumento mediante el cual esta deshumanización tiene lugar. Encerramos a las personas en celdas de un Excel.

Recientemente pude presenciar lo contrario, es decir cuando la realidad sale del Excel. En una audiencia pública sobre las drogas se levantó mi tía Maria y contó su verdad. Su historia es la de una madre que he perdido tres hijos y una nieta, sí una nieta de 6 años, por culpa de la droga y el SIDA: Julio, Carmen, Lola y la hija de esta, Bibi. Se levantó y por un momento, un intenso y emotivo momento, los políticos, los corporativos, las asociaciones, los aperturistas del consumo, pusieron nombre y apellidos a la muerte. La realidad salió del Excel para golpear de manera contundente la conciencia que la distancia había adormecido. El horror era además que Lola tuvo que enterrar a su propia hija antes de morir ella tres meses después. El presidente de aquella audiencia, creo que era Alemán, pidió un aplauso cerrado a la sala pues se había dado cuenta en aquél momento, que lo que allí se trataba no era un tema baladí, sino una cosa que produce muerte. La sala se puso en pié y aplaudió el coraje y determinación de una madre que sobreponiéndose a la desgracia decidió centrarse en las personas y en aquellos, con nombres y apellidos, e intentó hacer de este, nuestro mundo, un lugar mejor.

En una serie de Británica de culto de los 70´s (y fuente de inspiración de la psicodelia) que se llamaba The Prisoner, el protagonista gritaba a un tribunal cuyos jueces eran Nº 1,Nº 2 y Nº 3:


“I´m not a number, I´m a free man”


¡Sea!

Sed felices.

Comentarios

Antonio Rentero ha dicho que…
Sublime y doloroso.

Perdemos la identidad al pasar a ser estadística. Y nuestra humanidad es hija de nuestra identidad.

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