Musica y coreografía

A propósito de mi anterior entrada de blog, hay una cosa que la gente me ha preguntado bastantes veces:
¿porqué sueles poner referencias a temas bélicos y militares?
La respuesta tiene dos partes.
En primer lugar por influencia de un muy querido familiar, gracias al cual me aficioné por el estudio de la estrategia y táctica militares, tema sobre el que nos hemos regalado libros y pasado información desde hace años. A ello hay que añadir las aportaciones propias y de círculos cercanos que conocen mi afición, razón por la cual tengo una librería pequeña pero selecta.

La segunda razón de mi afición es que, a través de mis lecturas y el contacto con gente que ha estado en conflictos, descubrí que la guerra constituye el momento en que el hombre es llevado al extremo de su condición, y donde la dureza del momento es la que elimina elementos superfluos dejando la esencia de lo que es. La guerra desnuda al hombre y deja solo el chasis de su forma espiritual, pues la supervivencia es el punto en el cual el hombre no solo se enfrenta a una situación extrema pero así mismo. 
Cuando dos grupos humanos se enfrentan hay muy diversos factores que influyen, pero la escalabilidad de su violencia y el despliegue del conflicto, permanecen en los límites que ambas partes establezcan de forma tacita. Me explico.
En un magnífico libro llamado “la guerra sin odio” el autor comenta como la batalla en el norte de Africa durante la segunda guerra mundial se mantuvo dentro de unos términos implícitos de caballerosidad. El Gral. Alemán Rommel en su obra autobiográfica “los papeles de Rommel”, recuerda como los Ingleses decidieron denegar agua y comida a los prisioneros hasta que estos dieran información relevante. Esta orden fue captada por los sistemas de escucha alemanes, cuyo estado mayor protesto. Sorprendentemente, y como si se tratara de la guerra de Gila, los Británicos retiraron la orden y nunca más se volvió a dar un caso de maltrato a prisioneros en este conflicto.
Por el contrario encontramos guerras terriblemente fratricidas como es el caso de Irak o Afganistán, donde el valor de la vida es nulo y cuya crudeza se relata en libros como “the forever war”. Sin cuartel, y sin valor por la familia ni diferencias de edad o sexo, y donde el terror es la principal herramienta y lucha por superarse en crudeza a sí mismo. Un terror que trasciende el campo de batalla y que entra dentro de las viviendas y las familias.
Los diálogos durante el último tercio de la clásica película de Coppola “Apocalypse Now”, inspirada en la obra de Joseph Conradel corazón de las tinieblas”, hablan sobre el terror y su uso deliberado y como se convierte en un objeto en sí mismo, siendo utilizado para rendir la voluntad del oponente y también consolidar al propio grupo.
Sea de caballeros como la de África, sea guerras incruentas como lo suelen ser la mayoría, todas ellas llevan en definitiva al hombre a extremos pues lo que esta en juego es su supervivencia.
Con respecto a esto hay una obra titulada “Guerra”, y que es el diario de un periodista “incrustado” en una unidad avanzada que combate en las montañas de Afghanistán, y que en uno de los pasajes indica:
 “Cuando los hombres dicen que echan de menos el combate, no es que realmente añoren recibir un disparo. Lo que echan de menos es ser parte de un mundo donde todo es importante y nada se da por sentado. Se echa de menos el estar en un entorno en el que las relaciones humanas se rigen en su totalidad en base a que puedes confiar tu vida en la otra persona”
Decía mi abuela Carmen, que sobrevivió a uno de estos conflictos y dejando a muchos y muy queridos en el camino, que “todas las civilizaciones necesitan una guerra cada cierto tiempo para poner las cosas en su sitio…” y deshacerse de aquello superfluo añadiría yo.  Las guerras son el medio mediante el cual las placas tectónicas terminan de asentarse y encontrar su hueco, el método por el que la mezcla de harina y agua se convierte en una masa, el modo mediante el que la sociedad termina por seleccionar aquello que realmente le es de valor.
En una época en la que el pensamiento superfluo es líder, donde estupideces y aspiraciones de minorías se transforman en prioridades y donde la mediocridad se refugia detrás de las murallas de un sistema que ha permitido su ascensión y asentamiento en el poder, es cuando más vienen a mi mente estas palabras. Del mismo modo me acuerdo de otras cita de este último libro:
La coreografía siempre requiere que cada hombre tome decisiones basadas no en lo que es mejor para él, pero en lo que es mejor para el grupo. Si todos lo hacen, la mayoría del grupo sobrevive. Si no se hace, la mayoría del grupo muere. Eso, en esencia, es el combate
No solo es la coreografía del hombre en un grupo de combate, es la propia coreografía de una sociedad que debe buscar nuevos cauces y metodos de convivencia y superar una crisis de valores. Es la coreografía que debe seguir una música donde todos, de forma tácita, pongamos lo mejor de nosotros para seguir el ritmo de esta. Es cierto que el silencio es una nota músical, pero su importancia rádica en que esta rodeado de otras notas que lo dotan de valor, y esas notas las debemos tocar todos y no dejar que cuatro músicos que han aprendido de oído compongan un concierto desafinado.

Comentarios

Dany Campos ha dicho que…
¿Nos vale con una crisis o es necesaria una guerra para poner las cosas en su sitio? ¿Qué diría tu abuela? :-)
Dany Campos ha dicho que…
El comentario de antes lo he hecho yo. No sé por qué me sale unknown :-/
José Egea ha dicho que…
Querido Unkown Dany,

Sin duda una guerra no es lo que desearíamos, pero una guerra muchas veces viene como consecuencia de la incapacidad de gestionar una crisis y de una posterior polarización social. Sea en un mismo país o contra otros... que siempre esta bien cuando el enemigo viene de fuera.

Un abrazo,

Por cierto mi abuela diría "si no te tomas las lentejas no vas al parque"

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