Guau... allá donde estés

Como la gente educada y los buenos amigos, hizo un esfuerzo por levantarse cuando le visitamos hace unos días. Apenas veía y los tumores le obstruían el hocico, de modo que no le quedaba el sentido del oído para reconocer a las personas. Siempre lo tuvo muy bueno, y recuerdo que reconocía los motores de los coches con solo escucharlos con la ventana abierta.

Cuando entramos el otro día por la puerta juntó los cuartos delanteros e intento empujarse con los traseros y generar la energía suficiente para levantar sus 45kg del suelo… pero no pudo. Nos miró con melancolía, aunque esta era parte de su personalidad y, como una vez nos dijo un entrenador de perros:
“nunca mires a un retriever a los ojos porque te desarma con la mirada”
…y era cierto. Sabía como el chantaje emocional puede ser una poderosa defensa para lograr aquello que deseas, que en su caso solía ser un trozo de pan, una lámina de cecina, una patata frita o salir a la calle a dar una vuelta. Jacko sabía de la multitud de oportunidades olfativas que una calle o un parque urbano tienen: restos de comida, pises propios y extraños, basuras, etc.




Tenía además una costumbre que era la de hacer sus deposiciones en lo alto de una pirámide de tierra que sueles encontrar en la entrada de cualquier obra o construcción. Gran parte de su vida coincidió con el auge inmobiliario en España, de modo que las oportunidades de perpetuar una deposición mirando al infinito desde lo alto de una montañita de arena eran incontables. Al final del esfuerzo quedaba ese montón de tierra, en cuyo vértice Jacko había dejado su resultado gástrico, como homenaje callado a lo que había de ser el lastre de nuestra economía. Sin duda Jacko fue un visionario.

Ayer Jacko, que es como así se llamaba el can, nos dejó.

Como muchos otros que he conocido lo hizo con discreción. Y lo hizo además después de 18 años de vida, lo que supera en mucho la media de cualquier can que yo haya conocido… y he conocido muchos: Jacko, León, Trotsky, el Bandy, Eiguer, Pistón y por supuesto la Linda, aunque esta última merece una entrada larga en este blog.

Era sin duda el ejemplo de perro fiel y entregado, defensor de su entorno y aquellos a los que quiere, hasta el punto de que era imposible bañarse en la playa sin que se lanzara de cabeza a intentar sacarte del agua, agarrándote con sus mandíbulas del brazo y sacándote a la orilla. Lo hacía además con el interior de la boca con el fin de no dañarte con los caninos.

Nunca dio un ladrido de más y tras cualquier riña o bronca, buscaba rápidamente la reconciliación y el reconocimiento mirándote con esos ojos negros que decían:
“no sé que ha pasado pero te quiero”
Nunca la venganza ni el remordimiento, nunca el resentimiento ni un ladrido de más. Siempre dispuesto y fiel, como muchos otros que se marcharon y nos ayudan a ser más humanos y acordarnos de lo que en realidad somos: animales emocionales.

Gracias Jacko.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
GUAU GUAU JACKO

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