Creación en Ocre

Se volvió en la cama. Hacía unos minutos que había amanecido y la luz entraba por la ventana “rajando las persianas” como decía su padre. Aunque en su casa nunca tuvieron persianas. Era algo que una familia de la Sierra de Almería no se podía permitir. Siempre le gustaron las persianas de su casa de madera sin barnizar. Con una fina capa de aceite de teca que no le añadía ningún brillo a la madera, el honor de los materiales nobles y puros.

Apenas había pegado ojo Alfonso en toda la noche. No paraba de darle vueltas a un cuadro. Al maldito cuadro de Celso entrando en la habitación de su abuela. El lugar en el que su madre dio a luz cuando las notas de la Internacional empezaron a fundirse con las del Cara al Sol.

Llevaba más de ocho años mareando el lienzo y como decía su santa:

“Esa habitación envejece contigo. Cada arruga que te sale a ti, es una grieta en la pared de la habitación. Eso mas que un cuadro es un sudario”

Era Madrileña, y de Tetuán nada menos, con lo que el sarcasmo venía de serie. Siempre le había gustado sentirse vencido por su capacidad de bajar a lo ridículo cosas que para él eran supremas verdades. 


Se levantó. Fue al taller con apenas el pantalón del pijama y una camiseta de manga larga. Se remangó y miró el cuadro. Grande e imponente. Este le devolvía una lluvia de matices, que aún estaban en monocolor. Veía los colores. ocres de campo y tonalidades mortecinas comidas por el sol. “El brillo es algo moderno” solía decir a sus alumnos.

Su cuadro no eran dos habitaciones, sino dos estancias en las que la vida vibraba. Una vida pasada. De un tiempo en el que las horas eran más extensas, pero las vivencias también más intensas, ausentes de distracciones y necesidades que no lo eran. 



Cogió un pincel que acercó a una de las paletas de tostados que ubicaba en un lateral del cuadro. Acercó el pincel al que se adhirió una pequeña cantidad de pintura y observó el cuadro: ¡había dado con ello!. Alargó el pincel hacia el cuadro y….

¡¡¡RRRRRRIIIIIIIIINNNNNGGGGG!!!

El timbre de la casa sonó insistente. ¡¡¡No daba crédito!!!

Enfadado chilló:

¡¡¡Marianella!!! ¡¡¡Marianella!!!

Alfonso llamaba a la chica de servicio, pues su mujer se había quedado en el campo con una de sus hijas durante el resto de la semana.

¡¡¡¡RRRRRRIIIIIIIINNNNNGGGGG!!!

El timbre insistente y ensordecedor continuó.

Dejó el pincel y marchó hacia la puerta. La abrió con gesto adusto que calmó al ver a un agente de la autoridad.

¡Buenos días! ¿Es usted Alfonso Arnau?

Así es.

Traigo una notificación del ayuntamiento ¿Me firma aquí?

Alfonso se dispuso a firmar. Y preguntó:

¿Una multa?

El Policía Municipal concierta sorna, contestó:

No. Creo que es del IBI… que viene a ser lo mismo.

Alfonso se despidió del policía y volvió al lienzo, sonriendo el toque de sarcasmo. Cogió una vez más el pincel y pensó durante un largo rato, sin escuchar los rugidos de su estómago que reclamaba sustento.

Se acercó al cuadro y en ese instante un ruido ensordecedor le produjo un sobresalto:

¡¡¡RRRRRRRRIIIIIIIINNNNNNGGGGGG!!!

Alfonso presa de la furia se abalanzó sobre el teléfono móvil que la noche anterior había dejado recargando al lado de los pinceles. Varios de estos cayeron al suelo con toda el agua, torpeza que todavía hizo aumentar más su frustración y rabia.

Cogió el móvil:

¿¿¿¡¡¡Quién es!!!???

Hola Alfonso. Soy el asesor. Mira que estamos cerrando el trimestre y no me han llegado las facturas ni recibos y…

¡¡¡¿¿¿Y para qué coño interrumpes mi trabajo???!!! ¡¡¡habla con mi mujer que es la que lleva los papeles!!!

¡Ya pero es que no contesta al mov…!

¡¡¡¿¿¿Cómo coño va a contestar al móvil???!!! ¡Porque es más lista que yo, que os hago caso y tendría que estar pintando para que podáis tener más facturas, más recibos, más papelitos y un bosque entero de celulosa con una tonelada de tampones y sellos con los que sellar, y firmar, y sellar….!

Alfonso, tranquilo. Lo intentaré otra vez con tu mujer.

Alfonso colgó el teléfono con violencia. Y se sentó en su sillón orejero favorito. Siempre decía que esas orejas eran dos polos eléctricos que unas veces le hacían sumirse en un profundo y placentero sueño, y otras activaban las ideas.

Miró el cuadro y volvió a verlo varias veces. Excitado se levantó y marchó hacia el cuadro…

¡¡¡RRRRRRIIIIIINNNNNNGGGGG!!!

La puerta otra vez. ¡¡¡Esa puta puerta!!! Se lanzó hacia ella como si saliera de toriles, agarró la manivela que abrió con no poco sobresalto de los visitantes.

En el umbral se hallaban Victor, galerista y uno de sus representantes, acompañado de un personaje cuyo estilo estudiado, gafas de diseño, maletín de diseño, barba de diseño, mirada de diseño, languidez vocal de diseño… hacían que Alfonso  desconfiara.

Hola Alfonso, vengo con James Lucessi.

Alfonso les saludó e hizo pasar al estudio, sin antes dar una repaso sarcástico con subida y bajada de ojos a lo largo del contorno del acompañante, que alertó la sospecha de Victor, que con un gesto le pidió contención.

La luz del día hacía ya que los blancos de algunos lienzos iluminaran todavía más la estancia. Victor se dirigió a él y le pidió:

¿Alfonso, puedes sacar el cuadro de la Casa de Celso?

Alfonso se lo señaló con el brazo extendido y gesto cansado. Los dos miraron su obra. Las estancias desconchadas, sucias en algunos sitios, pero con el detalle y talento que le había hecho famoso para obtener el alma de lo inanimado, de hacer surgir al dios de las pequeñas cosas. Sus visitantes se acercaron con gesto crítico.

Victor miró a su acompañante. Este miró por encima de las gafas de sol hacia el lienzo.

Querido Victor…

Alfonso escuchó un acento que le pareció del cono sur… tal vez Argentino, o Uruguayo. No sabía bien. Esto termino por tensar su sentido depredador que, atizado por la frustración y el profundo vacío en su estómago, se estiraba como la cuerda de un arco.

Querido Victor… encuentro que como pintura y técnicamente… que querés que te diga. Muy vintage. Muy arrrrrebatadorrr el esfuerso intenso y la magnitud de las pinseladas. Esa delicadesa en el andar del que entra en la habitación, pero sin apenas susurrarle al suelo con las suelas. Olés el ransio de la habitación, los aromas de la comida que viene por la escalera y el polvo depositado sobre los jergones en la cama del fondo. Pero no sé… no termino de ver un metamensaje. Algo que me haga un storytelling en profundidad de lo que aquí ocurre. Veo, de hecho, demasiados detashes. Nesesitamos algo más minimal. Algo que simbre nuestra concepción de aquello que estamos observando, más allá de unas simples habitaciones vintage…

Alfonso se interpuso entre el cuadro y sus visitantes:

¿Simbre…? ¿Qué COÑO significa eso?

Sí hombre… símbre, de simbrar, de doblar…

Alfonso hinchó el pecho y replicó:

¡¡¡Cimbre, capullo, se dice CIM-BRE!!! Y ahora fuera de mi puta casa… ¡¡¡Además!!! ¿Demasiados “detashes”? - dijo imitando su acento - ¡Tienes tan poca vergüenza que no te ha preocupado de lo que venías a ver!

Victor aterrorizado se dirigió a él…

Pero Alfonso…

Ni Alfonso ni pollas. ¡¡¡Ahora mismo salís de mi puta casa!!!

¡¡¡Abuelo!!!

Alfonso se volvió. Era una voz. De timbre agudo, pero llena de los harmónicos que hacían que su corazón diera una voltereta. La voz de su nieta. Estaba en el umbral de la puerta, con su mochila del colegio sobre los hombros y esos ojos negros que le miraban con una mezcla de reproche, paternal y ausente de rencor.

¡Abuelo no digas tacos! Cada vez hablas peor…

Victor se dirigió a su acompañante y con un tirón a su brazo caminaron fuera de la estancia.

Maestro, luego volvemos. Tranquilízate y hablamos más tarde.

Alfonso les vió marchar y se dejó caer en el sillón. Apenas podía contener la furia. Su nieta se acercó y con sus brazos le rodeó el cuello. Alfonso sintió como todos los males huían despavoridos, y un susurro al oído apagaba los rescoldos de la cólera:

Abuelo, no te enfades.

La culpa le hacia evitar la mirada de su nieta, cuyo aliento sentía en el lado derecho de la cabeza… hoy no se lavaría el pelo – pensó:

Mira cariño. Llevo una mañana que no crees. Quería empezar a trabajar los ocres de la habitación, del muro inferior que ves ahí y venga llamada de no se qué del asesor. Y si no es el asesor es “un mandao” del ayuntamiento, y sino otro funcionario, y sino uno de esto del marketing…

Su nieta le interrumpió.

Abuelo, son solo personas que viven de cosas que otros hacen. Tú haces esas cosas.


Sus ojos se perdieron en el fondo de la estancia hacia la que Celso se dirigía. La estancia que en la que aún resonaban los llantos de un bebé que nació, en la creación más grande que un hombre puede tener.

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